lunes, 5 de abril de 2010
Tabula Rasa en el último pabellón
La pista se encuentra en la monumental e imprescindible "El ruido eterno" de Alex Ross, y desde ahí se puede seguir su rastro hasta dar con todo el relato de su protagonista, Patrick Giles.
Giles, posteriormente crítico de música clásica de la revista "Salon", a mediados de los 80 trabajaba dando apoyo a los enfermos de SIDA en Nueva York. En una época en la que todavía el AZT era considerado un medicamento experimental, la tarea de Giles consistía en hacer gestiones y acompañar los últimos días de los pacientes. Pese a esos tiempos desolados, o quizá precisamente por ellos, descubrió el poder balsámico de una pieza excepcional de la música clásica contemporánea: "Tabula Rasa" del estonio Arvo Pärt.
En un artículo publicado en 1999, Giles relata cómo esta pieza para dos violines, piano preparado y orquesta de cámara compuesta en 1977 se convertiría en el "sonido de los ángeles" para sus clientes: en medio de la desolación, la incitación de Pärt a sentir y pensar el paso del tiempo, y por ende de la vida, proporcionaba sosiego y esperanza a los más afectados, que solicitaban que la música se reprodujera una y otra vez.
Existen varias grabaciones de "Tabula Rasa", pero la de referencia sigue siendo la primera, con Kremer y Grindenko en los violines y nada menos que Schnittke en el piano preparado. ECM la reedita constantemente, y ahora se puede adquirir a precio medio.
La opciones para apreciar fragmentos de la obra en youtube son varias (incluyendo una coreografía del argentino Miguel Robles que suscita opiniones encontradas), pero la de mejor calidad acústica es la de Järvi con la Sinfónica de Gotenburgo, Suecia.
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