miércoles, 29 de diciembre de 2010

El curador de heridas

DuPont Circle sería una de tantas paradas del modesto metropolitano de la ciudad de Washington, en EE UU, si no fuera por las palabras inscritas en la superficie el semi-círculo de granito que sirve de pared de la boca de entrada de la estación:

"Thus in silence in dreams’ projections,
Returning, resuming, I thread my way through the hospitals,
The hurt and wounded I pacify with soothing hand,
I sit by the restless all the dark night, some are so young,
Some suffer so much, I recall the experience sweet and sad..."

"Así pues en silencio, en proyecciones de sueños,
Regreso, sigo adelante, me abro paso en los hospitales,
Calmo con manos sosegantes a los enfermos y heridos,
Me siento toda la noche oscura al lado de los agitados, algunos son tan jóvenes,
Algunos sufren tanto, recuerdo las experiencias tiernas y tristes..."

Se trata de buena parte del último fragmento de "El curador de heridas" ("The Wound-Dresser"), un  poderoso poema en el que Walt Whitman recrea sus impresiones como enfermero durante la guerra civil estadounidense a finales del siglo XIX. Su fuerza evocadora es tal todavía en 2007 que estas líneas fueron las escogidas para ser grabadas a la vista de todos como homenaje a los cuidadores y voluntarios de las personas con VIH/SIDA de la ciudad.

Casi veinte años antes, en 1988, el texto completo del poema sirvió al minimalista John Adams para componer una breve pieza para barítono y orquesta. Adams explica que las potentes imágenes del texto le sirvieron de inspiración en un momento muy difícil de su vida, en el que su padre experimentaba el progreso del Alzheimer, y su entorno de amistades el deterioro causado por el VIH/SIDA.

Desde que el pasado 16 de noviembre de 2010 se nos fuera el activista español Carlos Alberto Biendicho, estos versos y esta música han vuelto a mí repetidamente, sin que pudiera dejar de imaginar cómo le hubiera indignado a él que en la inscripción pública de DuPont Circle se hubieran escamoteado precisamente los dos finales:

"(Many a soldier’s loving arms about this neck have cross’d and rested,
Many a soldier’s kiss dwells on these bearded lips)."

"(Muchos brazos amantes de soldado han rodeado este cuello y han descansado en él,
Muchos besos de soldado persisten en estos labios barbados)."
(Traducción propia)

Queden escritos aquí por ti, Carlos.

miércoles, 13 de octubre de 2010

El presbiterio y el jardín de la vida

"Los unos y los otros" es una insulsa película de Claude Lelouch de 1980 repleta de caras famosas del cine francés e internacional de la época. Poco apreciada por la crítica, que mayoritariamente la calificó de vacua y pretenciosa, e ignorada por el gran público, apenas ha resistido el paso del tiempo y seguramente hubiera caído completamente en el olvido si no fuera por sus fascinantes últimos 9 minutos de metraje, en los que un pletórico Jorge Donn baila una de las más famosas y conseguidas coreografías de Maurice Béjart, a partir de una versión abreviada de esa broma musical que es el "Bolero" de otro Maurice, Ravel. 

La versión del filme, además de añadir dos voces innecesarias a la orquesta, suponemos que por exigencias del guión, mezcla la evolución del espectáculo sobre el escenario con las inexpresivas reacciones de los protagonistas, que lo contemplan o bien desde el público o bien desde casa por televisión, lo cual no permite apreciar del todo lo mejor del conjunto: la danza. Por suerte, contamos con otras grabaciones de la coreografía de una cierta menor calidad técnica pero ideales para disfrutar plenamente de la belleza creada por Béjart y Donn.

El argentino Jorge Donn fallece en 1992 por complicaciones derivadas del SIDA, dejando tras de sí una carrera fulgurante y un buen puñado de amigos y admiradores. Varios de éstos le han dedicado homenajes, siendo el más conocido el de su mentor y amigo, Béjart, una vez más. El gran coreógrafo francés unió los sentimientos nacidos de la pérdida de Donn con los de la desaparición de Freddy Mercury para crear "Ballet por la vida", con música de Mozart y de Queen y vestidos de Versace.

Uno de los fragmentos más dolorosamente bellos ideados por Béjart es el inspirado en el segundo movimiento del Concierto para Piano y Orquesta número 21 del de Salzburgo: parejas de baile que parecen perderse y encontrarse de continuo mientras cuerpos que buscan volver a la vida sin conseguirlo son transportados en camilla por prosaicos enfermeros.

"Ballet por la vida", que todavía se sigue representando, lleva por subtítulo la enigmática frase "El presbiterio no ha perdido nada de su encanto ni el jardín de su esplendor". Famosa por haberse convertido en divisa del movimiento surrealista, aparece por primera vez, sin tener una clara relación con la trama, en la novela "El misterio del cuarto amarillo" del pionero del suspense Gaston Leroux. 

No resulta difícil fantasear con la pregunta de hasta qué punto Donn y Mercury se hubieran sentido plenamente identificados con el magnetismo evocador de estas palabras hechas imágenes.

viernes, 24 de septiembre de 2010

El bálsamo de Galaad


La referencia original proviene del profeta hebreo: "¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No quedan allí médicos? Entonces, ¿por qué no llega el remedio para la hija de mi pueblo?" De este lamento del viejo Jeremías (8:22) nace la letra de uno de los más famosos espirituales negros, "There is a Balm in Gilead":

"There is a balm in Gilead
To make the wounded whole
There is a balm in Gilead
To healh the sin-sick soul."

[fragmento]

"Existe un bálsamo en Galaad
que a los heridos restaura
Existe un bálsamo en Galaad
que el alma pecadora sana."

[traducción propia]

"The Balm in Gilead" es también el nombre de una iniciativa de grupos interreligiosos afroamericanos, luego extendidos a africanos, que desarrolla programas educativos para la prevención de enfermedades, muy destacadamente el VIH/SIDA. Entre quienes más ha colaborado con esta organización se encuentra la soprano Jessye Norman, que al igual que otras cantantes afroamericanas dio sus primeros pasos en el coro de su iglesia local. Sabemos que el compromiso de Norman con el VIH no se limita al ámbito de la fe cristiana (fue patrona de la Fundación Elton John para el SIDA) aunque desconocemos hasta qué punto comparte la asociación entre VIH, caída y redención que parece derivarse de esta elección nominal.

En todo caso, de la canción tradicional pueden escucharse infinidad de versiones en la red, pero ninguna como este entrañable youtube a partir de una vieja grabación televisiva del legendario (y denostado por los puristas del gospel) concierto de Jessye Norman con la también soprano Kathleen Battle, acompañadas por una orquesta y coros innominados, todos ellos dirigidos por James Levine (al que por cierto deseamos desde aquí pronta recuperación de sus problemas de salud).

Sobre si el SIDA es o no es un castigo de Dios a los pecadores (¿es la polio un castigo de Dios a los niños?) sirvan de reflexión estas otras palabras del tremebundo hijo de Hilcías (Jeremías 5:32):

"Los profetas profetizaron con mentiras,
y los sacerdotes lo dispusieron a su antojo.
Mas mi pueblo lo prefiere así:
¿Dónde iréis a parar?"

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Homenaje a una criatura del espacio exterior

"King Arthur" es una obra teatral musicada del británico Henry Purcell que no ha tenido tanta fortuna como la bien conocida "Dido & Aeneas" o que incluso la majestuosa, valga el adjetivo, "The Fairy Queen". Catalogada como semi-ópera, es un retablo de escenas no demasiado conexas entre sí en el que en realidad los personajes principales hablan más que cantan, y son sus trasuntos alegóricos los que se reservan las arias de lucimiento.

Una de esas arias es la primera del "Cold Genius", en el tercer acto: Cupido hace despertar al espíritu del invierno, el genio helado, al que gracias a sus palabras convence del poder del amor. Originalmente compuesta para voz de bajo, hoy es común que la interpreten contratenores en la estela de quien la popularizó, Klaus Nomi.

Personaje singular primero de la escena berlinesa y posteriormente de la neoyorquina, Nomi, cuyas cuerdas vocales alcanzaban un agudo de alto voltaje, vertió su mejor saber en esa "Cold Song", que en youtube cuenta con numerosas reproducciones, sea para disfrutar el audio o de una grabación de época.

Nomi falleció de complicaciones derivadas del SIDA en 1983, muy temprano en la historia de la pandemia. Antes, nos regaló actuaciones memorables como corista de David Bowie, o bien en solitario, interpretando sus imposibles canciones pop, nuevos arreglos de Purcell ("Dido's Lament") o una entre hilarante y conmovedora versión del "Mon coeur s'ouvre à ta voix" de "Samson et Dalila" de Saint-Saëns.

Su exuberancia artística era de tal que su influencia se ha expandido hasta nuestros días. En 2004, el director Andrew Horn montaría el documental "The Nomi Song", un tributo y para muchos un redescubrimiento. Desde entonces se han recreado espectáculos con sus canciones innovadoras y se han diseñado colecciones de moda inspiradas en sus rompedoras indumentarias. También en 2004, la enfant térrible de la música contempránea Olga Neuwirth compuso "Hommage à Klaus Nomi", un simpático pasticcio de los más variados estilos para orquesta de cámara y contratenor.

Aquí dejaremos que sean los versos de John Dryden, el libretista de "King Arthur", en boca del genio helado los que rindan nuestro particular homenaje a quien gustaba presentarse como una criatura del espacio exterior venida para salvar a la raza humana de su estulticia:

"What Power art thou, who from below,
Hast made me Rise, unwillingly, and slow,
From Beds of Everlasting Snow!
See'st thou not how stiff, and wondrous old,
Far unfit to bear the bitter Cold,
I can scarcely move, or draw my Breath;
Let me, let me, Freeze again to Death."

"¿Qué poder posees tú como para lograr
Que desde lo profundo me alce despacio y a mi pesar
De lechos de nieve que por siempre han de perdurar?
¿Acaso no ves que entumecido y viejo hasta maravillar
Mal pertrechado para el implacable frío soportar
Apenas puedo moverme o atino a respirar?
¡Déjame, hasta morir, de nuevo congelar!"

[traducción propia]

domingo, 29 de agosto de 2010

¿Quién es Sylvester Wager?


Su reciente página de MySpace ofrece un perfil escueto: intérprete de piano y órgano y compositor de música clásica y de jazz además de videocreador, es alto (187cm), reside en Nueva York, es gay y le fascina la red. Llamativamente, no menciona de modo explícito el VIH, pero él mismo recurre al término regularmente al etiquetar sus vídeos.

Sus montajes audiovisuales disponibles en línea se cuentan por decenas (calcula unos 100 según declara en una entrevista digital), y dispone de canal propio tanto en youtube como en vimeo. Con frecuencia son interpretaciones delicadas de movimientos lentos de obras clásicas, lecturas contenidamente románticas, que invitan a la introspección; o bien creaciones propias del mismo estilo, que reivindica como música contemporánea contra las modas vanguardistas: algunas de esas piezas están dedicadas a amigos fallecidos, como la serena "Absence".

Aparte de breves apuntes y recomendaciones sobre ser músico en Nueva York, y alguna autograbación que delata su inglés de acento germánico, poco más se puede obtener del ciberespacio para hacerse un idea sobre quién es Sylvester Wager. Seguramente, prefiere que las notas hablen por él.

sábado, 14 de agosto de 2010

Ángeles perdurables


Cuando se publicó y posteriormente se puso en escena, a principios de los 90 del siglo XX, la mastodóntica obra de teatro "Ángeles en América" fue celebrada como una de las respuestas culturales más políticamente contundentes contra la era Reagan y su reacción ante la pandemia del VIH/SIDA. Concebida en dos partes, sus siete horas de duración despliegan varios niveles argumentales poblados de personajes arquetípicos llevados por emociones extremas y fácilmente reconocibles a la vez. El drama personal de vivir con una enfermedad mortal por entonces intratable se contrapone a las intrigas políticas de los grupos neoconservadores, sin que falten visiones alucinatorias y apariciones de ángeles.

Tal vez por su excesiva dependencia de factores históricos en parte superados, por el dibujo demasiado estereotipado de los protagonistas o porque la percepción trágica de la enfermedad se perciba hoy día atenuada, al menos en los países occidentales (unido a lo costoso de un montaje para un texto en verdad largo, todo hay que decir), lo cierto es que la creación de Tony Kushner prácticamente ya no se representa, y corre el riesgo de convertirse en pieza de arqueología político-cultural.

Curiosamente, no es el caso de la adaptación en forma de ópera que en 2004 llevó a cabo el director y compositor hungaro Péter Eötvös, por encargo del Théâtre du Châtelet de Paris. Eötvös, con la aquiescencia del propio Kushner, destiló el argumento hasta dejarlo en apenas dos horas y media, consiguiendo pese a ello que lo esencial de la trama permaneciera: desde luego, una proeza.

En youtube se puede acceder a un par de cortes (aquí y aquí) que proceden del estreno de París, con una calidad de imagen y audio muy aceptable.

La ópera ha recibido buenas críticas no sólo por la sugestiva aunque difícil música, sino también por la fuerza dramática del hilo narrativo y por la buena construcción de los papeles principales. Prueba de su valía es que desde la première de hace 7 años se siguen sucidiendo las representaciones en los países de habla inglesa, la última en marzo de este mismo 2010, en el Barbican de Londres. Esperamos poder disfrutarla también algún día cerca.

sábado, 31 de julio de 2010

Jorge Bolet, la música sin fin


Charles Vidor, el genial director judío de origen húngaro exiliado en EE UU, responsable de películas imprescindibles cono "Gilda" o "Adiós a las armas", fallecería en 1959 en Viena, mientras rodaba un biopic sobre su compatriota, el prodigio del piano y compositor del siglo XIX Franz Liszt.

El filme se estrenó en 1960 bajo el título "Song without end", o "Canción sin fin". En España, sin embargo, se comercializaría como "Sueño de amor", una traducción literal de "Liebestraum", (a veces se cita en plural, "Liebesträume") la pieza para piano sin duda más popular del también pedagogo e incansable seductor. (La película sería completada por otro grande de las pantallas, George Cukor.)

En los fragmentos disponibles en youtube, un apuesto Dirk Bogarde intérpreta al fogoso compositor en largas escenas frente al teclado. Se cuenta que Bogarde sufrió horrores para aprender los gestos y ademanes necesarios, pero por lo que muestran las imágenes pareciera que valió la pena: su técnica es impecable y la expresión muy viva. La cosa sin embargo tiene un poco de truco: aunque es prácticamente imperceptible, las manos que tocan el instrumento no son de Bogarde (se utilizo un técnica de doble grabación para conseguir el efecto), sino de un verdadero pianista, Jorge Bolet, uno de los últimos de la gran escuela romántica.

Bolet nació en Cuba de padres de ascendencia catalana (ella era una Tremoleda), aunque siendo Jorge muy pequeño la familia emigró a EE UU. De carácter extremadamente reservado, sus biógrafos coinciden en que siempre se dejó dominar (y hasta maltratar) por personalidades más fuertes, como su hermana María (una misionera biblista que acabaría sus días en Barcelona) o su compañero sentimental y representante Tex Compton. Otra persona muy influyente en su vida sería su hermano Alberto, que durante un intervalo a mitad de los años 60 del siglo pasado ejerció de director de la Sinfónica de Bilbao. Jorge residió esporádicamente en el País Vasco en esa misma época, llegando a dar varios recitales con la orquesta que dirigía su hermano.

A pesar de la película, de haber ganado varios premios prestigiosos y de recibir elogios de otros grandes pianistas, Bolet no alcanzaría fama mundial hasta finales de los 70 (para entonces él ya superaba la sesentena), cuando su estilo arrebatadamente romántico vuelve a estar de moda tras dos décadas de purismo frío y fidelidad dogmática a la partitura. Entonces firma un contrato en exclusiva con Decca y ofrece recitales donde es aclamado por sus versiones preciosistas de Rachmaninov, Chaikovsky, Chopin o su admirado Liszt. También entonces tiene la oportunidad de intensificar otra de sus grandes pasiones: la enseñanza a jóvenes prometedores.

En pocos años, sin embargo, crítica y público empiezan a comentar que su estilo se relaja, que decae y pierde fuelle. Sus interpretaciones devienen, según las crónicas, menos vigorosas y más sombrías, lo que algunos achacan posteriormente, en retrospectiva, a la merma de fuerzas que le causaba la infección por VIH. Bolet fallece en octubre de 1990, un mes antes de cumplir los 76 años, por complicaciones asociadas tanto a su edad avanzada como al SIDA.

Nos legó su amor infinito por una música, la del gran piano romántico, que él como pocos contribuyó a rescatar de las críticas de adocenamiento empalagoso y virtuosismo alambicado y vacuo, para que pudiera quedarse eternamente entre nosotros. Hasta siempre, Jorge.